Oh! piadosa
enamorada del Salvador,
espejo
brillante y vivo ejemplo
de verdadera
conversión
y sincero
arrepentimiento;
regla y
modelo de la vida contemplativa,
que durante
treinta y tres años
vivisteis
en la soledad, ignorada del mundo
y escondida
a sus miradas,
gustando
los movimientos interiores
y suaves
afectos del amor divino.
Gran Santa
que sólo en Jesús
encontrabas
tu amor, tu paz y tu consuelo,
que
merecisteis anunciar a los Apóstoles
la
Resurrección de nuestro Redentor,
alcanzadme
que merezca una centella
de aquel
amor ardiente que tuviste a Jesús
y la gracia
de morir invocando
los
dulcificamos nombres de Jesús y de María.
Amén
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