Introducción a la Novena de la Virgen de Guadalupe – No se pierda la secuencia Por Día


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La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente. Y América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido ‘en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, en Santa María de Guadalupe, un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada’.

[...Dicho rostro] fue ya desde el inicio en el Continente un símbolo de la inculturación de la evangelización, de la cual ha sido la estrella y guía. Con su intercesión poderosa la evangelización podrá penetrar el corazón de los hombres y mujeres de América, e impregnar sus culturas transformándolas desde dentro”. ( Ecclesia in America, n. 11 y 70)

NOVENARIO

Todos los días comenzamos de la misma manera.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Podemos encender una vela a Nuestra Señora de Guadalupe y a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

Y rezamos Padre Nuestro

A continuación podemos leer el comentario, en su totalidad o en parte, para ir viviendo y comprendiendo más profundamente tan milagrosa historia. Cada día proponemos un especial punto de vista, desde el cual podemos apropiarnos existencialmente y rezar, a lo largo del novenario, de todo lo que nos irá diciendo el Nican mopohua o historia de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe.
Aquí se cuenta, se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la Perfecta Virgen Santa María Madre de Dios, Nuestra Reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe.

Primero se hizo ver de un indito, su nombre Juan Diego; y después se apareció su Preciosa Imagen delante del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.
 Terminamos leyendo el poema que está a continuación, podemos pasar a ofrecer una flor a Nuestra Señora de Guadalupe y a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin y/o a tocar o besar sus imágenes.

Esta oración se repite todos los días
Desde el cielo una hermosa mañana
la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac
Suplicante juntaba sus manos
y eran mexicanos y eran mexicanos y eran mexicanos su porte y su faz
Su llegada llenó de alegría
de luz y armonía, de luz y armonía, de luz y armonía todo el Anahuac
Junto al monte pasaba Juan Diego
y acercóse luego y acercóse luego y acercóse luego al oír cantar
Juan Dieguito, la Virgen le dijo :

“este cerro elijo, este cerro elijo, este cerro elijo para hacer mi altar”.
Y en la tilma entre rosas pintada ,
su imagen amada, su imagen amada, su imagen amada se dignó dejar.
Desde entonces para el mexicano,
ser guadalupano, ser guadalupano, ser guadalupano es algo esencial.
En sus penas se postra rezando
y eleva sus ojos y eleva sus ojos y eleva sus ojos hacia el Tepeyac.

Rezamos Ave María

Oración final: Que la Madre de Jesús y Madre Nuestra nos eduque, y nos haga entonces un Pueblo de peregrinos y humildes embajadores suyos como San Juan Diego. Mensajeros muy dignos de confianza, que estando con Ella y haciéndola presente, aprendamos de los más pobres a recibir, buscar y compartir, la salvación y realidades divinas, desde nuestra particular tradición e identidad.

Te lo pedimos Padre, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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