Novena a nuestra Madre de Guadalupe - Primer Día


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 Las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, de la incomprensión al encuentro entre pueblos diferentes.

Nuestra Señora de Guadalupe visita México y concreta un milagro de evangelización inculturada. Ella se manifiesta escuchando y respondiendo desde el lugar de sus interlocutores, asumiendo integralmente el modo de ser y situación de cada uno de ellos. Origina así acciones obedientes que suscitan progresivamente el protagonismo generalizado de todos los demás. De ese modo, un par de personas son sus mensajeros y una el primer destinatario de su pedido; algunos se ofrecerán para edificar la ermita que la Virgen solicita y, luego, la totalidad de los habitantes de la ciudad, sin faltar nadie, irán a admirarla, a estar con Ella y a formar parte de su acontecimiento.

El diálogo es entonces el camino que la Virgencita utiliza para comunicar y conducir a concretar todo su mensaje de vida, para hacer superar una situación de mutua incomunicación entre dos pueblos. Para animarlos a dejar atrás un conjunto de interrelaciones sociales muy conflictivas; una coyuntura histórica de mutua incomprensión y sin posibilidad humana de solucionarse. Es que indios y españoles, sumamente fieles a sus respectivas religiones, que ocupaban el centro de sus mundos, y precisamente por esa centralidad y heroica fidelidad existencial y buena fe, no podían llegar a un punto de encuentro.

Pero Nuestra Señora de Guadalupe, integra en sí misma y hace unir con su intervención, sus modos de ser y fidelidades, sus consecuentes conductas y cosmovisiones, que no podían dejar de desencontrarse. Ella, milagrosamente, afirma, asume, superpone y hace crecer actitudes, vivencias, signos y conocimientos previos de orden religioso propios de ambos pueblos, conciliando lo antiguo de cada uno con la novedad que le presentaba el otro. Sin herir la sensibilidad del exclusivista catolicismo español, que no aceptaba nada que no fuera su modo específico de entender, expresar y practicar la religión, y adaptándose perfectamente al pluralismo indio, que admitía cambios, crecimiento y aportes de otros en lo religioso, aunque con la condición de que se conservara lo anterior. Americanos y europeos, de modo diferente pero en la continuidad y consumación de sus creencias previas, vieron en Ella a la Madre de su Dios de siempre y de todos los seres humanos.

La Señora se aparece en el cerro del Tepeyac, sitio donde ancestralmente los indios habían venerado a esa mujer tan especial. Y lo hace, plenificándolos y poniéndolos al servicio de su manifestación y del anuncio del Evangelio, los positivos sentidos maternos prehispánicos que implicaba ese lugar; sentidos muy valiosos, ya presentes entonces en estas tierras, antes de la llegada del cristianismo.

De inmediato también, ante la estampación de Nuestra Señora de Guadalupe, Fray Juan de Zumárraga y sus ayudantes reconocerán, en la Sagrada Imagen impresa en la tilma de Juan Diego, a la Madre por excelencia. Vieron en Ella a la Inmaculada, a la Mujer descripta por el libro del Apocalipsis, y luego también, al conocer su nombre, a la que se llamaba igual que la Patrona de Extremadura, que era la patria de Cortés y de la mayoría de los conquistadores. De este modo la Virgencita, siempre capaz de recibir y comunicar a Jesús, encarnó y comenzó a desencadenar en ese momento y con su visita, una doble inculturación del Evangelio, concretándola Ella misma y suscitando que todos sus interlocutores la vivieran, desplegaran y continuaran. 


Impresiona hoy cómo Ella, que sigue presente y obrando de modo semejante, tiene una capacidad de diálogo y comunicación que trasciende dicha época, sigue produciendo las mismas consecuencias y es siempre actual.

Se sugiere emplear algunos minutos para orar y meditar, en forma personal e interior, lo que hemos leído recién.

 En un momento de silencio y de encuentro entrañable con Nuestra Señora de Guadalupe y con San Juan Diego encomendamos a nuestra iglesia diocesana, a monseñor Ojea, para que desde la diversidad sigamos siendo signo de la presencia de Dios.
 Ave María
 Poema
Oración final 

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